Es posible que ahora mismo estés de vuelta en casa, mirando al vacío con la sensación de que nada tiene sentido y la inminencia de la vuelta a la realidad a solo un par de vueltas de reloj. Es difícil luchar contra eso, pero la terapia ocupacional hace milagros y sabemos que lo de deshacer maletas antes de dos semanas es una utopía, así que lo vamos a remediar con unas galletas saladas que nos harán reconciliarnos con el horno después de la clásica separación estival.
Yo no le añado sal a la masa porque con sensación del queso y el tomate ya me llega, pero si os gustan las cosas muy saladas podéis añadirle un poco, o poner unas escamas de sal Maldon por encima de la masa cuando esté estirada y presionar con el rodillo. Si en lugar de unas galletas con tropezoncitos de tomate preferiís una masa un poco roja y uniforme, solo tenéis que triturarlo con un robot de cocina antes de incorporarlo a la masa.
Por supuesto, podéis cambiar el orégano por vuestra hierba o especia favorita –con tomillo, romero o albahaca también quedan muy bien– y cambiar los tomates por aceitunas (o añadirlas). Solo tenéis que tener en cuenta que los ingredientes que pongáis no aporten humedad a la masa, o se volverá muy líquida y difícil de manejar.
La parte en la que estiramos la masa entre dos papeles de horno y la dejamos reposar antes de cortarla es de primero de galletas: si tenéis un poco de práctica, siendo una masa con un alto porcentaje de grasa podéis cortar las galletas directamente con el rodillo y un poco de harina sobre la mesa, usando un cuchillo –y un poco de delicadeza– para ayudarnos a separarlas y ponerlas en la bandeja de horno.
Cocinamos estas galletas durante bastante tiempo a una temperatura baja porque así conseguimos que queden crujientes, pero por la cantidad de grasa que tiene la masa tenderán a ablandarse en horas: si las pones en una lata o un táper hermético, les alargarás un poco la vida (aunque, si hay más de dos personas en casa, tampoco van a durar demasiado).
Dificultad
Bueno, hay que amasar. Y estirar. Y cortar.
Ingredientes
- 80 g de Grana Padano (o Parmesano, o Pecorino) rallados
- 200 g de harina
- 120 g de mantequilla en pomada
- 1 cucharadita rasa de levadura
- 1 cucharadita rasa de orégano
- 50 g de tomates secos
Preparación
- Remojar en agua tibia los tomates durante media hora, secarlos bien y picarlos finos con un cuchillo bien afilado.
- Poner la mantequilla con la harina tamizada, la levadura, el tomate y el queso en un bol y amasar hasta que se integren y quede una masa elástica y que no se pega en las manos (si tenéis un robot de cocina, podéis dejarle esta parte del trabajo).
- Estirar la masa entre dos papeles de horno hasta que tenga un grosor de unos 3 mm aproximadamente. Ponerla en la nevera unos 30 minutos para que sea más fácil de cortar.
- Con un cortapastas –o un cuchillo, o un vaso– cortarlas con la forma deseada y disponer en una bandeja para hornear, que meteremos en el horno calentado a 160 grados centígrados con calor arriba y abajo.
- Hornear las galletas unos 25 minutos o hasta que estén doradas y apetitosas, dándole la vuelta a la bandeja –lo de delante, atrás– más o menos a los 15 minutos para una cocción más uniforme. Lo ideal sería vigilarlas a partir de los 20 minutos, por aquello de que cada horno es un mundo.
- Cuando estén hechas, sacarlas del horno, dejar enfriar y comer o guardar en un recipiente hermético.
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